
MOSAICO DE CRISTO JOVEN
San Vital de Rávena, VI - Mosaico
La iglesia de San Vital de Rávena (o San Vitale) es uno de los templos más importantes del arte bizantino y, como otros de la misma ciudad, se reformó por deseo expreso del emperador Justiniano a partir de construcciones anteriores, con el objetivo de acelerar la integración de los territorios conquistados por el Imperio bizantino. La obra se financió con el dinero del acaudalado banquero Juliano Argentario, de origen griego (aportando una cantidad aproximada de 26 000 besantes de oro), y fue supervisada por el arzobispo de la ciudad, Maximiano, quien la consagró en el año 547. Todos estos personajes aparecen en la decoración musivaria que se realizó entre los años 546 y 548, año de la muerte de la emperatriz Teodora. Estos mosaicos son el mejor ejemplo de las artes figurativas bizantinas y nos dan una idea de lo que pudieron ser las obras que fueron destruidas, durante la Querella Iconoclasta de los siglos VII y VIII, y con la caída de Bizancio a manos de los turcos. En San Vital se han preservado, en el primer caso, porque Rávena se posicionó en contra de los iconoclastas y, en segundo lugar, porque ya no era bizantina durante la invasión turca. Por estas razones, las imágenes se salvaron de ambas catástrofes artísticas.
La iglesia tiene la consideración de basílica menor desde el 7 de octubre de 1960.1 En 1996 la iglesia, con otros edificios paleocristianos, fue declarada Patrimonio de la Humanidad por la Unesco, con el nombre de “Monumentos paleocristianos de Rávena’’. Los mosaicos de San Vital forman un gran conjunto musivario centrado en el tema de Dios salvando a los hombres por medio de la eucaristía (predominan las escenas de ofrendas similares a la consagración y los emperadores portan objetos relacionados con este acto litúrgico: un cáliz y una patena), aunque, como ocurre en toda iglesia bizantina, el orden de las figuras, responde a un reflejo de la cosmogonía cristiana oriental, con lugares específicamente reservados a las figuras según su jerarquía. Los lugares centrales y altos de bóvedas y arcos se reservan a las figuras asociadas a Dios o sus personificaciones, alrededor ángeles de alto rango y, más cerca de la Tierra, los santos, como intermediarios ante los hombres. Todo ello ribeteado de una decoración naturalista de tradición helenística, todas las paredes estaban literalmente forradas de teselas de vivos colores, consiguiendo un efecto de gran opulencia y creando una atmósfera desmaterializada, que camufla la estructura, presentando un mundo ideal que eleva al creyente a las alturas.
En este mosaico del ábside se representa a un Cristo joven, flanqueado por ángeles y las figuras del mártir san Vital y el obispo Eclesial, sobre una vegetación florida que representa el Paraíso. En esta obra destaca la figura de Cristo joven con cabello corto y un nimbo (la aureola, el halo místico). Lo vemos sentado sobre la bola del mundo ataviado con una túnica púrpura flanqueado por dos ángeles, San Vital y el obipso Eclesio. El santo, vestido a la manera de la corte, recibe de Cristo la corona de su martirio mientras que Eclesio presenta una maqueta de un templo, su propia iglesia. La escena muestra las figuras sobre un fondo florido irrigado por los cuatro ríos del Paraíso. Lo que se aprecia en las enjutas, es decir, en las pechinas, son las ciudades de Jerusalén y Belén, ciudades que simbolizan el origen y destino del ser humano, judaísmo y antiguo testamento, y cristianismo y nuevo testamento.
Escogimos esta obra porque representa la gran importancia que se le concedía a la religión en aquella época, y esta obra es más que perfecta para representar esto.